La miro peinarse muy cerca de un tejado del mundo. La espalda de los pájaros le sirve de espejo. Ella mide sus senos en las franjas de una niebla que asciende. Su vestido se confunde con el decorado donde no encuentro lugar para mí. Sin embargo, cuando me acerco, ella se levanta, libera sus manos, parece que me toma a la distancia. Ella resuena un instante mi deseo contra sus caderas. Luego, sin la menor ruptura, ella me ignora tiñendo sus cabellos, incansablemente, en la mantequilla y el viento.
"Muchacha de las cimas, Nepal", de Carl Norac
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